VENGANZA

Ni el Emérito se atrevió a tanto: el único hombre que le arrebató hasta la calma a la Reina Sofía

Este personaje tuvo un cara a cara con la Emérita en Zarzuela y hasta hoy se recuerda ese encontronazo.
jueves, 14 de octubre de 2021 · 09:31

Cada año, la fecha del 8 de octubre se convierte en un día de recuerdos sombríos para la Reina Sofía debido a un hecho doloroso que ocurrió hace 37 años y la marcó de forma indeleble, movida por el dolor, la indignación y la peor encrucijada de su vida entre el deber ser y su más pura humanidad.

En la actualidad, el Rey Juan Carlos reconoce en su esposa un gran profesionalismo y a una gran compañera en los momentos más difíciles de su reinado, pero, en 1984, la Reina Sofía se despojó por unos breves instantes de su investidura como Consorte para ponerle los puntos claros a un indeseado visitante que ese año había visitado La Zarzuela.

La Reina Sofía debió soportar peores afrontas en su camino como Consorte del Rey Juan Carlos.

Konstantinos Karamanlis era el presidente de la República de Grecia para esas fechas, y la historia contemporánea de España podría señalarlo como la única persona que logró sacar a la Reina Sofia de su papel el como Reina Consorte de España. Fue la primera vez que antepuso su deber institucional y decidió volver a sus orígenes como Princesa de Grecia para confrontarlo.

Este exmandatario fue ni más ni menos que el responsable del exilio de la familia real griega, de la confiscación de todas sus posesiones y sin posibilidad de regresar al país heleno. Para la Reina Sofía,  su presencia era no menos que insultante y así se lo hizo saber a través de algunos "códigos", que el desagradable invitado iba a entender plenamente, apenas se encontrarán cara a cara.

La Reina Sofía jamás perdonó a Konstantinos Karamanlis y, durante su visita a España, le dejó ver el desagrado ante su presencia.

Aquel día 8 de octubre, la organización en palacio tenía prevista una cena de gala para recibir al entonces Presidente. La Reina Sofía no escatimó en joyas y complementos para desafiarlo públicamente. De hecho, la Emérita se negó a portar la banda de condecoración de Casa Real y la sustituyó por otra vez de ribetes blancos y azules en alusión a la bandera griega, perteneciente a la Real Orden de las Santas Olga y Sofía, que su padre, el Rey Pablo le otorgó varias décadas antes en un acto solemne. Para la ofendida exmonarca, la mesa estaba servida.

Y en caso de que el mensaje no llegara lo suficientemente claro, la esposa del Rey Juan Carlos lució la gran cruz distintiva de todas sus antecesoras en el trono griego y la placa del centenario de la Casa Real de Grecia. A todas vistas, Karamanlis no tuvo ninguna duda de que se presencia no era deseada y supo inmediatamente que, frente a él, estaba erguida la Princesa Sofia de Grecia, no la Reina Sofia de España, y con ella, su familia representada en cada uno de estos detalles "estilísticos".

La Real Orden de las Santas Olga y Sofía y la cruz de la Reina Sofía fueron indudables protagonistas de este penoso desencuentro.

Por supuesto, el presidente Konstantinos había recibido el mensaje fuerte y claro, y por ende, no iba a permitir el agravio de forma pública, así que, enojadísimo por el desprecio, quiso medirse con la Reina Sofía durante una cena programada en su honor con la agravante de que debía sentarse a su lado durante toda la velada, así que se le ocurrió preguntarle por su hermano, el Rey Constantino. Ella se sumió en un profundo silencio sin devolverle siquiera la mirada, por lo que el griego insistió, explicándole las razones por las cuales había decidido arrebatarle títulos, nombramientos y hasta la nacionalidad.

Para la Reina Sofía, el debate interno debió crucial, pues nunca pidió este encuentro y, aunque para sus adentros no podía tolerar la presencia de Karamanlis, temía que despreciarlo por más tiempo se convertiría luego en un conflicto diplomático que el país no debía asumir por causas estrictamente personales de la Emérita, razón suficiente para volver a apegarse a su papel representativo y frenar aquella conversación tan dolorosa e incómoda con las palabras que zanjaron cualquier otro intento de acercamiento.

La Reina Sofía ajustó cuentas con Karamanlis, no como Consorte española, sino como Princesa de Grecia.

"Señor presidente, yo soy la Reina de España. No me hable usted de problemas internos de Grecia". Respondió con tal firmeza, y tan consciente de la escena que tenía lugar, que no dio oportunidad a la respuesta de su interlocutor, y procedió a conversar con la persona que estaba del otro lado.

Este podría ser un capítulo más de la historia negra de la España de los eméritos. Nadie dijo nunca que ser Consorte real fuera cosa sencilla, pero quizás ninguno de los momentos más tristes o avergonzantes que la Reina Sofía ha debido sortear en sus años al mando de Casa Real la sobrepasó como este hecho tan lamentable, que "Vanitatis" recrea en palabras para definir su malestar: "Era una hermana dolida, una princesa que no podía volver a su país de origen y una anfitriona que no quería serlo".

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