INIGUALABLE

El modo de pensar con el que Camilo Sesto cautivaba fanáticos y los fidelizaba para siempre

El cantante fue único en muchos sentidos, pero es posible encontrar en él una reflexión que no se ha visto luego en ninguno de sus colegas.
miércoles, 10 de noviembre de 2021 · 02:30

En la década de 1970, Camilo Sesto se consolidó como uno de los mayores exponentes de la balada romántica y hoy, pese a que han pasado muchos años de su último lanzamiento y pese a que la industria cambiara radicalmente, su música continúa en plena vigencia. Es posible que eso responda a la calidad del artista, pero también a otro rasgo muy típico de su persona: era un avanzado, un artista de vanguardia que comprendía a la perfección lo que el público quería ver y escuchar, incluso cuando ni siquiera ellos mismos eran conscientes de eso.

Un ejemplo perfecto de la cabeza visionaria de Camilo Sesto fue “Jesucristo Superstar”, una obra que se animó a producir él mismo corriendo el riesgo de perderlo todo, sencillamente porque no habían garantías que aseguraran que la producción funcionaría en la taquilla. Y es que allí se ironizaba sobre las costumbres católicas tradicionales y en aquellas épocas semejante atrevimiento era digno de bochorno. Pero, más allá de las habilidades artísticas del cantante, es posible encontrar en él otro rasgo que es con el que seguramente lograba que todos lo admiren sin condiciones: era dueño de una humildad que es muy poco habitual en personalidades de su relevancia.

Camilo Sesto.

Intento ser lo más natural, lo más sencillo posible.

El intérprete de “Perdóname” solía dar muchas entrevistas a la prensa y en ellas no hablaba de cosas superficiales, sino que a través de esas charlas sus seguidores y el público en general podían llegar a conocerlo en profundidad. Fue en una de esas oportunidades cuando hizo referencia al enorme esfuerzo que hacía para que nadie lo viera como a una estrella inalcanzable, porque su principal objetivo era estar cerca de la gente. “Me da risa ser el ídolo inalcanzable. ¡Qué vergüenza propia y ajena saludar con la mano a distancia, cuando puedo apretar la de quienes me quieren conocer!”, reconocía con un sentido de humanidad realmente estremecedor.

Camilo Sesto no quería ser visto como un objeto de colección, como una figura icónica que solo despertaba suspiros. Creía que ese tipo de personas no son creíbles y que la profesión que él había escogido no era ni más ni menos importante que cualquier otra. “Trabajo en lo que pienso que sé hacer mejor. Lo baso todo en la sencillez, en la de mi persona y en la de mi obra”, reconocía. Definitivamente en él no había aires de estrella. No creía ser mejor que los otros ni tampoco pensaba que sus canciones eran mejores que las de sus colegas, simplemente se dedicaba a ejercer con humildad eso que le salía mejor, como quien elige ser pintor de casas o cocinero.

Camilo Sesto.

Por si resultaba poco creíble aún, en aquel encuentro con la prensa (del que no tenemos fecha), Camilo Sesto también pidió perdón por si alguien alguna vez había percibido en él algún atisbo de pedantería. “Como no quiero engañarme a mí mismo, no pretendo engañar al público”, sentenciaba y de ese modo plasmaba un discurso que ha quedado en la memoria de todos sus admiradores. ¿Qué había en el oriundo de Alcoy que no había ni hay en muchos otros artistas? ¿Por qué él no pudo olvidar sus raíces ni tampoco que la fama era una cuestión circunstancial y casi pasajera? No lo sabemos, pero definitivamente sí comprendemos el motivo por el que todavía nadie ha podido despegarse de su legado.

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