Rocío Jurado y sus principios sobre la fama y el éxito que la convertían en una visionaria

El legado de Rocío Jurado se ha visto opacado muchísimo en el presente, producto de las discordias reinantes entre sus herederos. Lamentablemente, las partes afectadas no han logrado acordar detalles mínimos y hoy por hoy se habla más de las polémicas y trifulcas que de la obra artística que dejó la oriunda de España a todo un país. Sin embargo, siempre es una buena ocasión para repasar aquellas expresiones que contribuyeron a su grandeza.

Generalmente, la fama y la permanencia en la palestra suele ser un tema de recurrente análisis en las estrellas pero en Rocío Jurado todas eran certezas en ese ámbito. La tonadillera era celosa de la preservación de su intimidad y también una trabajadora incansable, una artista que buscaba siempre ser vanguardia y nunca obtener ningún beneficio a cambio de favores o falta de sacrificio.

"La vida, lo mismo da que quita, y los éxitos son efímeros. La fama es una cosa que pulula por el espacio y que no se logra tocar”, manifestaba la intérprete de “Se nos rompió el amor” en una entrevista con Alejandro Peromingo. Por aquel entonces y también en la actualidad, el pensamiento de Jurado sorprendía pues parecía mentira estar escuchando a una artista de trascendencia internacional con tanta consciencia sobre lo pasajero de lo bueno y con los pies bien firmes en la tierra.

Más adelante, Rocío Jurado aseguraba que todo lo que consiguió fue por haber trabajado como una leona en lo que quería y veía conveniente, nada lo había obtenido como regalo, herencia o azar. No obstante ello, también se tomaba un momento para reconocer y homenajear al público que la elegía, en definitiva, los únicos a los que les “debía” algo: “He luchado y nadie me ha regalado nada, pero todo lo que tengo también me lo podían haber negado. Por eso, el ser agradecidos, es de bien nacidos”, remataba la vocalista con un poder de oratoria que lograba que incluso quienes no disfrutaban de su arte, se detuvieran a escucharla.

“Mi fama es el trabajo, que me obliga a doblar cada día más el espinazo y poder ofrecer al público el agradecimiento por haberme colocado donde estoy”. Para Rocío Jurado su fama era su fuerza trabajadora, el elemento que la hacía distinguirse y mantenerse. Jamás pensó en la posibilidad de dormirse en los laureles para disfrutar todo lo que ya había conseguido. En lugar de eso, siempre redoblaba la apuesta, como si se tratara de una reinversión permanente y de nunca acabar en pos de regocijar a sus fanáticos.