COMO POCAS

La escandalosa postura de Lola Flores con la que selló su destino

Ser vanguardia en la época de “la Faraona” era una hazaña titánica, pero ella lo consiguió.
miércoles, 28 de julio de 2021 · 18:53

Al igual que sucedió con Rocío Jurado, Lola Flores se convirtió en un ícono de la canción por motivos que trascendían ampliamente el ámbito de la música. Y es que eran poseedoras de una personalidad estupenda que logró salir a la luz y brillar gracias a la visibilidad y exposición que supone ser una artista. Eran mujeres y eso era sinónimo de desventaja, pero también significaba que la mirada de todo el mundo estaría sobre ellas y eso era algo para aprovechar.

Lola Flores contaba con decenas de motivos para ser encasillada y prejuzgada: se sentía parte de la comunidad gitana (aunque no tuviera sangre calé pura), sus orígenes estaban ligados a la miseria y lo más polémico de todo: fue la primera en animarse a hablar abiertamente de la libertad íntima de las mujeres, de las opresiones de los hombres, de la pobreza, de la habitualidad del consumo de sustancias prohibidas en su ambiente, entre muchos otros tópicos que, salidos de su boca, eran considerados auténticas provocaciones.

La intérprete de “Limosna de amores” se refirió a todos los temas antes mencionados en entrevistas cara a cara y también mediante su arte, y en ese sentido es que toma especial trascendencia una copla que parecía resumir mucho de lo que más le dolía e importaba: “El triste”. Quizás muchos han escuchado esa canción interpretada por José José, pero en la voz de Lola tomaba mucho más sentido, probablemente por la adaptación flamenca que le aportaba mucho más sentido. En ella, la coplera le canta a un amor que se pierde, pero luego remata con una frase en la que levanta por lo alto el feminismo por el que tanto luchaba: “Hoy quiero saborear mi dolor, yo no le pido a nadie compasión ni piedad. La historia de mi amor se escribió para la eternidad. ¡Yo he podido ayudarme a mí misma!”.

Lola Flores ni siquiera pensaba en la posibilidad de volver a enamorarse para así olvidar esa pena. No necesitaba a nadie para salir adelante, y todo lo que quería era transitar su dolor libremente. La artista no solo se animaba a vivir como le daba la gana, sino que se animaba a relatarlo luego, algo que estaba vetado para las mujeres de su época porque el cuestionamiento era el camino seguro. “¡Yo he podido ayudarme a mí misma!”, vociferaba sobre el final con una fuerza que parecía provenir del más allá, seguramente de sus raíces gitanas aprendidas. Haber sido capaz de ayudarse a sí misma cuando todo lo que se esperaba de las mujeres era que fuesen asistidas, era una revelación en toda ley y, a la vez, bastante encubierta.

Si luego de pensar en esa letra espectacular y de sentir en carne propia el espectacular desempeño de Lola Flores sobre el escenario, quedan dudas de que era una mujer de avanzada, basta solamente con recordar que fue ella la primera en reconocer que había pagado con su cuerpo una deuda contraída con un hombre. Así de sencillo y sin recovecos en los que pudiera esconderse algún juicio moral sobre sí misma. Ella necesitaba dinero, de modo que accedió a aquel trabajo catalogado por aquel entonces (y todavía) como una degradación de la calidad humana, como una simple transacción con beneficios mutuos. Estaba más allá de todo y todo le importaba demasiado poco como para sentirse humillada, esa era “Lola de España”.

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