La Reina Sofía no habría podido evitar comentar la foto del Emérito en Abu Dabi

En semanas anteriores, medios como "Vanitatis" y "Hola!" confirmaron la ida del Rey Felipe a Palma de Mallorca después de la celebración de Pascua, con la intención de participar en algunas actividades deportivas náuticas de la zona y visitar a la Reina Sofía para intentar aligerar el agravio que supuso el ausentarse de la tradicional misa de Pascua. Sin embargo, este no fue el único balde de agua fría que permite a cronistas como Pilar Eyre asegurar desde su blog en "Lecturas" que la Emérita no disfruta de la compañía de su familia como se ha querido dar a conocer.

Tanto ella como su hermana, la Princesa Irene, se han mantenido a través del paso de los años ocupando un ala de la Zarzuela y, según nos confirma la mencionada periodista, pasa un buen tiempo sin que reciba alguna visita por parte de sus hijos y de sus nietos ni hablar. Hasta mal le supo la foto de sus hijas Elena y Cristina y sus vástagos arropando al Emérito en Abu Dabi, a pesar de que, al menos en el caso de Doña Elena, viven en la misma ciudad.

Ni qué decir del Rey Felipe, el ojito derecho de la Reina Sofía. La distancia entre las dependencias en las que habitan, según corrobora Eyre, es de 300 metros y esto no incide en el ánimo del Monarca para que sus hijas vean a su abuela con una mínima frecuencia comparativa a la de su yaya materna, Paloma Rocasolano, con quien Leonor y Sofía quedan a cuidado cuando sus padres viajan, pernoctan en su casa algunos fines de semana y hasta salen de compras.

También resulta curioso constatar que su hija Cristina visita más a menudo a su padre, que reside en los Emiratos, que a ella. Incluso ve poco a su hija Elena, y Sofía se resiente de su soledad. ¿Para cuándo una foto con sus hijas y nietos como la célebre de Abu Dabi? ¡Hasta sería posible que posara con Juan Carlos!

De allí el semblante tan triste y sombrío que acompañó a la Reina Sofía en su último acto oficial con motivo de la jura de la bandera, celebrado hace pocos días. Es la soledad la que marca los días de la Emérita, mientras sigue cumpliendo con la institucionalidad, el único vínculo que parece mantener con su familia.