Concha Spínola y Miguel Báez "El Litri", la historia menos conocida de un inagotable amor

Miguel Báez "El Litri "se apartó del toreo una temporada por amor. Había encontrado a la mujer de su vida, Concha Spínola. Él jamás se arrepintió de esa decisión. En su calendario corría el año 1967, el amor pudo más. La edad tampoco fue un obstáculo. Cuando se casaron, ella tenía 18 y él 38.

Ella era una niña de bien, una flor perfumada, familia del marqués de Mondéjar, con una descendencia pesada sobre sus espaldas. Aún no se sabe si el diestro conocía desde ese primer momento que ella era de alta sociedad, pero lo que él siempre supo desde que la miró a los ojos es que tendrían una vida juntos. Lo que no sospechó fue que sería para toda la existencia. Tuvieron tres hijos: Miriam, Rocío y Miguel, quien heredó las artes de torear. 

El torero siempre se negó a que su hijo siguiera sus pasos, quería que hiciera lo que él nunca pudo, estudiar, que asistiera a una buena universidad, pero con la terquedad que tenía el muchacho, hizo frente a su decisión. Dicen que la abuela materna le presentó un cheque en blanco para persuadirlo, aunque el hijo de Miguel Báez "El Litri" se negó. 

Lo curioso de esta historia es que Concha Spínola nunca fue a una plaza para ver a su marido ni a su hijo. Siempre aguardó su llegada, atenta al teléfono, a la espera de un “todo está bien”. Su matrimonio fue de total transparencia. Supieron complementarse. El torero amaba el campo, no era de beber, pero sí de buen comer. De hecho, en su estancia preferida, la finca de Peñalosa en Huelva, recibieron a muchos amigos con unas paellas inolvidables. Pero Concha Spínola tenía la nariz más respingada. Era una mujer elegante, discreta, le encantaban las grandes ciudades. Era feliz en su casa de Madrid, donde halló el descanso a las dos semanas después de que su marido partiera ese fatídico 18 de mayo.

Hoy los restos de Concha Spínola reposan desde el pasado 8 de junio en Azuaga, después de su repentina partida. Fue enterrada en el panteón familiar de los Spínola en una ceremonia íntima, donde su nieta le hizo un merecido homenaje.