Isabel Preysler es conocida por su bajo perfil, sus entusiasmos refinados y una vida apacible que pasa de los signos de admiración. Parece temer de los excesos propios y ajenos. Pero su hija Tamara Falcó ha sido la culpable de revelar algunos momentos y facetas que no conocíamos de la reina de corazones en su docuserie de Netflix, “La Marquesa”.

Su hermética personalidad es una de sus mayores rasgos. Sin embargo, su hija no se deshizo de su tiempo y recibió con afecto algunas anécdotas que la aristócrata tenía bien guardadas. En la serie podemos ver detalles que de lo contrario jamás hubiesen salido a la luz, si dependiera de Isabel Preysler. “Mi madre es muy impasible. Nunca se sabe lo que está pensando. En eso somos completamente distintas”, dice Tamara Falcó.

En esos seis capítulos no solo veremos a la Marquesa de Griñón si no su entorno más cercano, en el que su madre tiene poderosa influencia. Se filtran las juergas de Studio 54, el fracaso de su primera cita con Mario Vargas Llosa y sus nulas ganas de casarse por quinta vez.

En una de las escenas Tamara comparte con la diseñadora Carolina Herrera en Nueva York. Ella se sorprende al saber que ella y su madre eran muy amigas. El pasado alocado de las noches neoyorkinas y de los lugares de moda brotó en la conversación. “Nos hemos divertido como unas locas. Y hemos bailado hasta las cinco de la mañana”, le confesó Carolina Herrera a la hija de Isabel Preysler. Ella le contesta: “Es que no me las imagino yendo juntas a Studio 54 y fueron. Me hace gracia porque yo las veo tan elegantes y tan peripuestas… Yo no lo he vivido y lo que opino de Studio 54 es... ¡menuda locura! Y ellas, claro, se lo pasaban fenomenal. No me las imagino dándolo todo”.

Traumas de escritor, las aceitunas

La ciudad de Nueva York también es uno de los lugares favoritos de Isabel Preysler y Mario Vargas Llosa. Tamara comparte una anécdota que el escritor le contó un día en su estancia en la ciudad que nunca duerme. “En nuestra primera cita, ella no sabía lo de la fobia y pasó gran parte del encuentro comiéndose un plato de aceitunas y a mí me producen horror. Entonces no me atreví a decirle nada”, le dijo el Nobel entre risas.