Después de casi 20 años de matrimonio, algunos gestos, carantoñas, anhelos y hasta deseos se diluyen entre las rutinas, compromisos y luchas sostenidas que suponen rescatar a la monarquía de un cisma dilatado, pero aún latente. Para el Rey Felipe y la Reina Letizia muchas cosas han cambiado desde aquel hermoso discurso con el que el entonces Príncipe de Asturias iniciaba ante aquella boda de 1400 invitados, es decir, el sueño de unirse a la mujer que amaba para toda la vida. "No puedo ni quiero esconderlo, imagino que salta a la vista: soy un hombre feliz. Y tengo la certeza de que esta condición me la da sentir la emoción de ver y protagonizar la realización de un deseo: me he casado con la mujer que amo". Y ahora, en este año 2022, salta una pregunta que viene a bien formular para ubicarnos en contexto. ¿Cuánto queda de este dulcísimo discurso en la actualidad de la poderosa pareja Borbónica?

No puedo ni quiero esconderlo, imagino que salta a la vista: soy un hombre feliz.

A juicio de las declaraciones de Mábel Galaz, autora del último libro sobre la Soberana "Letizia, una mujer Real" que recogió el medio Mujer Hoy, el Rey Felipe simplemente es una persona que vive en la tristeza permanente. Y no es para menos. Sobre sus hombros recae no solo la responsabilidad de llevar adelante a la institución monárquica, sino que también debe sobrellevar los errores de gestión del Rey Juan Carlos y contra sus propios deseos procurar que su padre se mantenga alejado de España y lidiar con alguna que otra tensión en casa. De seguro de esto también hay entre los muros del Pabellón del Príncipe.

Durante sus primeros años de casados, era más que evidente que los encontronazos ocurrieron en los tiempos en los que la Reina Letizia debía hacerse lugar y exigir respeto para ella. Además, su obsesión por encajar perfectamente en su papel comenzó a tornar su carácter en algo más frío y distante de lo que en realidad era. Aquello resultó incluso casi insostenible entre los años 2011 y 2013, cuando la pareja y sus hijas no llegaron al mismo tiempo a sus vacaciones en Palma de Mallorca. Allí tuvieron asidero los rumores sobre infidelidad, desencuentros frecuentes y hasta un posible divorcio. Sin embargo, la pareja de príncipes, tal como atajó en concreto Casa Real por aquel tiempo, se mantuvo sólida.

En los tiempos que transcurren, aquellos chismes de pasillo parecen haber quedado atrás. Ambos encontraron en su misión de salvar a la monarquía del escándalo y el descrédito un objetivo común enlazado: ver a Leonor coronarse algún día. Por ello, conformaron entre ensayo y error un frente unificado e impenetrable en el que solamente tienen cabida ellos y sus hijas. Para el Rey Felipe y la Reina Letizia conformar un hogar armonioso que sirviera de remanso y conexión con los buenos valores familiares fue clave. En esta construcción permanente, lograron dirimir sus diferencias. Así, hoy por hoy son una pareja verdaderamente fortalecida e inquebrantable.

Son muchos los retos a enfrentar, y tanto el Monarca como su Consorte tienen esta realidad muy presente. No obstante, logran sobrellevarlos gracias a que sus personalidades tan distintas se complementan. "Son tal para cual. Ella tiene sus prontos y él es reposado. Letizia es incansable, muy activa, parece no tener límites. Por eso Felipe le transmite sosiego. Se complementan por la disparidad del carácter. Además, Letizia tiene un gran sentido del humor que él aprecia porque se parte de la risa con sus comentarios", opina Galaz.

Letizia es incansable, muy activa, parece no tener límites. Por eso Felipe le transmite sosiego.

La fórmula infalible del amor

Asimismo, este nexo irrompible funciona precisamente por un aporte personal que valoriza de forma positiva a la Reina Letizia. "En estos tiempos convulsos, Letizia es un buen contrapeso para Felipe, tiempos en los que, con frecuencia, las cuestiones institucionales se entremezclan con las familiares. El Rey es quien toma las decisiones, pero la voz de la Reina también se deja oír en privado. Ella tiene un especial olfato para afrontar las situaciones complicadas", expresó. Opiniones distintas y desacuerdos pueden haber, pero, ante todo, el amor y el compromiso van de la mano. No es la efervescencia de los recién casados ni la ilusión de los primeros meses de noviazgo, sino la transformación de la ilusión y el enamoramiento al amor maduro siempre presente, servicial y empático. Así se entienden el Rey Felipe y la Reina Letizia, y esa es una fórmula que aún les funciona.