Jesulín de Ubrique no asistió a la graduación de su primogénita por estar concentrado en los primeros meses de su tercer hijo con María José Campanario. Su madre, Carmen Bazán, reaparece en medio de la polémica y lejos de explicar el escenario, opta por una salida fácil que demuestra una vez más su posición de cara a su presente y futuro. 

Hace muchos meses que la exmujer de Humberto Janeiro y madre de Jesulín se refugia en el silencio. A cada pregunta que le hace la prensa ella huye, una actitud que hace algunos años era impensable para la madre del torero que respondía a todos con naturalidad. 

Como si de dar portazos se tratara, Carmen Bazán se coloca su mascarilla, se ajusta el cinturón y acelera en su coche, sin siquiera escuchar lo que la prensa tiene para preguntarle. A eso se le suman los rumores de conflictos con Jesulín de Ubrique y su esposa, con quienes mantiene una relación distante y poco afectiva. Cuenta Europa Press que la mujer pasa mucho más tiempo con los nietos del matrimonio de su otro hijo Víctor Janeiro y la periodista Beatriz Trapote, quien comparte con mucha frecuencia vídeos de Carmen jugando con sus nietos por las redes sociales. No pasa lo mismo con los hijos de Jesulín de Ubrique. 

La vida de Carmen Bazán, lejos de las cámaras y sin la cercanía de Jesulín 

La matriarca de la hacienda Ambiciones ha vivido situaciones incómodas en los últimos años, tan intensas han sido que hace meses tomó la decisión de alejarse de la prensa y no conceder ninguna declaración frente a cámara. 

El año pasado se filtraron fotos de la mamá de Jesulín de Ubrique caminando con bastón y en compañía de una enfermera. Carmen Bazán pasó por quirófano en pleno confinamiento por un dolor molesto en la cadera. Ingresada en un hotel de Cádiz, solo recibió visitas de sus hijos Víctor y Carmen, y la ausencia de Jesulín es un misterio inexplicable hasta el día de hoy. 

Superado el incidente físico, la exmujer de Humberto Janeiro tuvo que abandonar su chalé en Cádiz porque fue embargado por incumplimiento de pago. La pérdida de la propiedad que era la más querida herencia dejada por el torero significó un duro golpe para Carmen Bazán, a sus casi 75 años de edad. Desde ese momento, ella se mueve a la finca Ambiciones y cambia completamente sus prioridades. El cuidado de sus nietos y el juego diario con ellos son su máximo anhelo para los años que quedan.